(Articulo en Español Abajo)

Our region – the Tucson Basin, is one of the oldest farmed areas of the North American Continent. Pre-Columbian people who have inhabited the Sonoran Desert for tens of thousands of years – namely the Hohokam, were masters of the art of desert farming and able to produce food during the dry season and in extended periods of drought. One of the many techniques that these Indigenous people used to thrive in the arid climate of Southern Arizona is known today as “lithic (rock) mulching.” This ancient practice consisted of piling rocks together in a mound about 5 ft across and 2 ft high on the desert floor. When, summer and winter, monsoon rains come and go, the ground quickly dries up due to rapid evaporation, hence why many desert plants either have sprawling or deep roots. But in the shade in and around these man-made rock piles, moisture was retained, rodents were deterred, and nighttime temperatures remained more constant, allowing for planted crops like agaves, which were pit roasted for food, to flourish. In the 1980’s, archaeologists discovered that large areas of agave, chiefly Murphey’s Agave (Agave murpheyi), were cultivated using this method from as early as 600 AD and at large scales during the classic period of Hohokam culture which lasted from 1150 to 1450 AD. In what is now Marana, there exists a particularly representative rock mulching area where it is thought that agave cultivation totaled around 1,200 acres and produced a crop yield sufficient to feed over 500 people (Fish, S. K.; et al., 1992).

 

Indeed, this technique was likely used to successfully cultivate enough agave to feed thousands of desert dwellers during periods of water scarcity (Fish and Fish, 1990). The production of Agave in turn allowed for the unabated cultural, social, and economic development of the Hokoham over thousands of years, and the O’odham, their contemporary descendants, are a living legacy of their success. This unique example of an ancient agricultural practice in the Desert Southwest reminds us that sometimes the simplest practices are also the most effective and sustainable. What is more, Hohokam rock farming is a microcosm of the workings of the greater bio-physical ecosystem.

The vast Sonoran Desert is mostly low and flat, with an average elevation of four thousand feet. The Tucson basin is half as high. But this landscape is interrupted by an archipelago of mountainous zones, known as the Madrean Sky Islands, that in some places, like the Chiricahua wilderness, reach higher than 9,700 feet. These rare mountain ranges, albeit at a monumentally larger scale, are essentially mounds of rock among the desert plains, and like the human engineered rock piles used in Hohokam rock-mulching, they sequester water from out of the atmosphere. As clouds drift across our desert, they are trapped by these high, rocky areas, where the clouds become rain, sleet, snow, and water that is taken directly from the sky by respiring plants.

But the Sky Islands are not selfish; they allow gravity to pull much of their harvested water down into the low desert where it becomes, above and below-ground, flows and reservoirs, and brings to life our creeks, rivers, and aquifers. Indeed, some of our region’s purest water and most biodiverse riparian, or riverside, zones come from Sky Island sources – including places like the Chiricahuas where snow melt creates one of the last refuges for a native species – the beloved and endangered Chiricahua leopard frog (Lithobates chiricahuensis). Another precious water source comes from the Galiuro Mountains near Mammoth, Arizona, which feed Aravaipa Creek, a seventeen-mile-long perennial reach managed by the BLM and conserved with the help of NGO’s like The Sky Island Alliance, TNC, University of Arizona, National Park Service, Gila Watershed Partnership, U.S. Fish and Wildlife Service, and National Fish and Wildlife Foundation. This magical canyon habitat supports the most complete assemblage of native desert fishes left in Arizona, along with 228 species of birds, including the endangered peregrine falcon, zoned tailed hawk, and yellow billed cukoo, along with a healthy population of desert bighorn sheep, and 44 other mammals including black bears, bobcats, coyotes, mountain lions, and at least nine species of bats. 

Water in the Sonoran Desert is a particularly scarce and precious gift from the sky, and it is naturally harvested, for the use of people, plants, and animals, by the Sky Islands. One of the most effective ways you can help care for local water sources is to protect these mountains from mitigable impacts like mining, deforestation, pollution, invasive species, and development, and a great way to do this is through The Sky Island Alliance – a bi-national nonprofit and community of guardians and caretakers of water and wilderness in the Desert Southwest. The Sky Island alliance uses science, education, and advocacy to connect and serve the landscapes, people, and wildlife of the Sky Islands and Sonoran Desert for the benefit of all.

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Una Antigua Práctica Agrícola Imita A La Naturaleza

Por Alan Ruiz Berman

Nuestra región – el Bajo de Tucson, es una de las zonas de cultivo más antiguas del continente norteamericano. Los pueblos precolombinos que habitaron el desierto de Sonora durante decenas de miles de años, principalmente los Hohokam, eran expertos de la agricultura en el desierto y podían producir alimentos durante la estación seca y en períodos prolongados de sequía. Una de las muchas técnicas que estos pueblos indígenas utilizaron para prosperar en el clima árido del sur de Arizona se conoce hoy como “abono lítico (de piedra).” Esta antigua práctica consistía en apilar piedras en una pila de aproximadamente 1.5 m de ancho y 0.61 m de alto sobre el suelo del desierto. Cuando, en verano e invierno, las lluvias monzónicas van y vienen, el suelo se seca rápidamente debido a la rápida evaporación, por lo que muchas plantas del desierto tienen raíces extensas o profundas. Pero a la sombra dentro y alrededor de estas pilas de rocas hechas por el hombre, se retuvo la humedad, se disuadió a los roedores, y las temperaturas nocturnas se mantuvieron más constantes, permitiendo que florecieran cultivos plantados como agaves, los cuales se asaban en hoyo para comer. En la década de 1980, los arqueólogos descubrieron que grandes áreas de agave, principalmente agave de Murphey (Agave murpheyi), se cultivaron con este método desde el año 600 D. C. y en gran escala durante el período clásico de la cultura Hohokam, que duró desde 1150 hasta 1450 D. C. En lo que ahora es Marana existe un área particularmente representativa para el cultivo de agave totalizando alrededor de 485 hectáreas. Se piense que esta zona produjo un rendimiento suficiente para alimentar a más de 500 personas (Fish, S. K.; et al., 1992).

 

Increíblemente, esta técnica se usó para cultivar suficiente agave para alimentar a miles de habitantes del desierto durante períodos de escasez de agua (Fish and Fish, 1990). A su vez, la producción de agave permitió el desarrollo cultural, social, y económico incesante de los Hokoham durante miles de años, y los O’odham, sus descendientes contemporáneos, son un legado vivo de su éxito. Este ejemplo único de una antigua práctica agrícola en el desierto del suroeste nos recuerda que a veces las prácticas más simples son también las más efectivas y sostenibles. Además, el cultivo con rocas de los Hohokam es un microcosmos del funcionamiento del ecosistema biofísico.

El vasto desierto de Sonora es mayormente bajo y plano, con una elevación promedio de mil doscientos metros. Pero este paisaje es interrumpido por un archipiélago de zonas montañosas, conocidas como Las Islas Madreanas, que, en algunos lugares, como el páramo Chiricahua, alcanzan más de dos mil novecientos metros. Estas cadenas montañosas, a una escala monumentalmente mayor, son esencialmente pilas de roca entre las llanuras desérticas, y al igual que las del cultivo con rocas de los Hohokam, secuestran agua de la atmósfera. A medida que las nubes se desplazan por nuestro desierto, quedan atrapadas en estas áreas altas y rocosas donde las nubes se convierten en lluvia, aguanieve, nieve y agua que las plantas toman directamente del cielo.

Pero las Islas no son egoístas, y permiten que la gravedad arrastre gran parte del agua cosechada hacia el desierto donde se convierte, por encima y por debajo del suelo, en flujos y depósitos, y da vida a nuestros arroyos, ríos, y acuíferos. De hecho, algunas de las zonas ribereñas de nuestra región de aguas más puras y con mayor biodiversidad provienen de estas Islas montañosas, incluidos lugares como las Chiricahuas, donde el derretimiento de nieve crea uno de los últimos refugios para una especie nativa: la amada y amenazada rana leopardo Chiricahua (Lithobates chiricahuensis). Otra valiosa fuente de agua proviene de las montañas Galiuro cerca de Mammoth, Arizona, que alimentan el riachuelo conocido como Aravaipa Creek, un tramo perenne de diecisiete millas de largo administrado por BLM y conservado con la ayuda de ONG’s, como The Sky Island Alliance, TNC, University of Arizona, National Park Service, Gila Watershed Partnership, U.S. Fish and Wildlife Service, and National Fish and Wildlife Foundation.  Este hábitat de cañón mágico alberga el conjunto más completo de peces nativos del desierto que quedan en Arizona junto con 228 especies de aves, incluido el halcón peregrino en peligro de extinción, el halcón de cola de zona, y el cuco de pico amarillo, junto con una población saludable de borrego cimarrón, y otros 44 mamíferos, incluidos osos negros, gatos monteses, coyotes, leones de montaña, y al menos nueve especies de murciélagos.

El agua en el desierto es un regalo del cielo particularmente escaso y precioso, y las Islas Madreanas la recolectan naturalmente para el uso de las personas, las plantas, y los animales. Una de las formas más efectivas en que puede ayudar a cuidar las fuentes de agua locales es proteger estas montañas de impactos mitigables como la minería, la deforestación, la contaminación, las especies invasoras, y el desarrollo, y una excelente manera de hacerlo es a través del Sky Island Alliance, una organización sin fines de lucro binacional, y una comunidad de guardianes y cuidadores del agua y la naturaleza en el desierto del suroeste. La Alianza, que incluye participantes del otro lado de la frontera en Sonora y mas allá, utiliza la ciencia, la educación, y la promoción para conectar y servir a los paisajes, personas, y vida silvestreen beneficio de todos.

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